La industria del diseño está en un estado de incertidumbre. Los roles, las tareas y la imagen de los diseñadores están cambiando.
El diseñador ya no es el experto técnico, el esteta heroico o el individuo inspirado de nuestro pasado reciente, el diseñador contemporáneo aprovecha las fuentes dispersas de creatividad e innovación. La clave hoy es la colaboración. Para quienes practican el diseño, una paradoja central de nuestros tiempos es, por una parte, la creciente especialización, pero por la otra, la necesidad de una integración holística de un rango más amplio de tareas de diseño, funcionando entre y a través de las disciplinas de diseño. El diseño se está transformando en un proceso cada vez más social, en efecto sociable.
El imperativo de colaborar se extiende además, más allá del dominio de una interacción profesional y de trabajar en equipos de diseño. También se extiende a la relación entre los usuarios, clientes y consumidores del diseño. Hoy, los diseñadores necesitan desarrollar profundas relaciones colaborativas con su “público”. El diseño participativo y los diseños centrados en el usuario son solo dos frases clave que capturan el espíritu de este imperativo.
En términos generales, el equilibrio de poder en el proceso de diseño está cambiando desde el diseñador que todo lo sabe y crea cosas que son buenas para consumidores pasivamente agradecidos, a un diálogo que involucra procesos más cuidadosos y sistemáticos de consulta con el usuario, investigación, diseño colaborativo, prueba, evaluación y rediseño continuo. La democracia emergente del diseño convierte al diseñador en un conversador, facilitador, mentor y pedagogo. Como consecuencia se pone en duda el legado de autocomprensión del diseñador como un artista, tecnócrata y experto. Las nuevas políticas del diseño juegan a través de tensiones entre roles históricos y expectativas contemporáneas En el trayecto, ¿qué se gana y qué se pierde? ¿Qué es inherentemente difícil, en lo que respecta a las nuevas relaciones entre el diseñador y el usuario, y qué es intrínsecamente liberador?
Tan pronto como cambia el equilibrio de poder, un mundo polimorfo y polivalente social se presenta así mismo. “Cualquier color que le guste, siempre y cuando sea negro”, dijo el heroico Henry Ford, quien cómodamente asumió que cada cliente, de los millones que conformaban su mercado masivo, tenía necesidades e intereses idénticos. Pero tan pronto como usted comienza a hablar de los nichos de mercado, el uso y la personalización, descubre la diversidad en un rango aún más sorprendente de matices y tintes —locales y globales— de diferentes capacidades e incapacidades de edades, culturas, géneros y afinidades. La paradoja de la democracia del diseño de hoy es que diseñar para todos significa diseñar para muchos intereses y usos diversos.
Por lo tanto, hay algunas nuevas líneas enfocadas en lo social, que los diseñadores desarrollan para objetivos de sostenibilidad, acceso, seguridad y bien social. Estos son asuntos de normas y cumplimiento cada vez más intrincados. O, si usted interioriza estas instancias, se transforman en asuntos de ética profesional autorregulados.
Estas son algunas de las cosas que, sencillamente, están cambiando el trabajo de ser un arquitecto, planificador urbano, diseñador industrial, ingeniero, diseñador visual, diseñador de web, gestor de conocimiento, diseñador de medios o comunicaciones, diseñador de modas, investigador de usos o diseñador educacional —por mencionar tan solo unas cuantas de las vocaciones aplicables al diseño—.
Las modalidades de diseño también están en un estado de incertidumbre, sus herramientas de trabajo de representación, comunicación, visualización e imaginación.
La digitalización de texto, sonido y la imagen fija o en movimiento, es una importante transición. Esto ha engendrado nuevas prácticas de modelado y simulación, de prefigurar lo real en lo virtual. También ha presentado lo virtual como un resultado del diseño en sí mismo.
El resultado es una nueva multimodalidad y sinestesia. La conceptualización del diseño requiere que los diseñadores se muevan entre las modalidades del lenguaje, la imagen, el sonido, el espacio, el tacto y el gesto. El significado de su diseño puede ser articulado de una manera, luego de otra, o de todas maneras al mismo tiempo en un proceso profundamente integrado de sinestesia.
Los diseñadores necesitan ser capaces de “hacer” un discurso de diseño profesional multimodal. Deben hablar y escribir a su manera a través de colaboraciones complejas con codiseñadores e interacciones con los usuarios. Necesitan ser capaces de “crear” visualizaciones mientras que exploran las alternativas de diseño mediante imágenes mentales y retratar sus visiones dentro de la realidad Necesitan ser capaces de representar realidades espaciales, prefigurando las tres dimensiones mediante dos dimensiones y cambiando los planos en artefactos táctiles, objetos manipulables, espacios arquitectónicos y paisajes navegables. El nuevo medio digital proporciona herramientas nuevas, flexibles y accesibles para el pensamiento sinestético y multimodal. Hoy las invenciones de los medios se han transformado en las madres de la necesidad del diseño.
Tal innovación no es simplemente una innovación solo por sí misma. También es por las razones más prácticas. Hay una necesidad en aumento para la documentación a efectos de la planificación y la gestión de proyectos, la regulación y el cumplimiento, la evaluación del riesgo y la gestión del mismo y la especificación de proyectos y la claridad contractual.
Así que ¿qué es esto del diseño? ¿Qué es el diseño de algo? Y ¿qué significa “hacer” el diseño?
La palabra “diseño” tiene un doble significado fortuito que describe simultáneamente una estructura intrínseca y el acto voluntario de crear. El diseño es a la vez morfología y construcción.
Morfología: el diseño es inherente, mientras que sus orígenes pueden ser orgánicos, inconscientes, de sentido común, o el producto cuidadosamente premeditado del trabajo profesional del diseñador. El diseño en este sentido es estructura, forma y función.
Construcción: el diseño es también un acto, una manifestación de voluntad, un proceso de transformación. La narrativa del diseño es más o menos así: toma los diseños disponibles en el mundo, inherente a los objetos encontrados, arquitecturas, paisajes, procesos, relaciones humanas, culturas. Luego se involucra en el acto de diseñar o reelaborar y reimaginar estos diseños. Esto no es nunca solo un negocio de reproducción y replicación. Siempre envuelve una inyección de los intereses sociales y experiencias culturales del diseñador; su subjetividad e identidad, no menos. El residuo, como la narrativa llega a un fin momentáneo, es el mundo transformado sin que importe lo poco que sea. Pero el mundo nunca vuelve a ser el mismo, y el rediseño se devuelve al mundo. La acción del diseño sigue las transformaciones que se unen al repertorio de diseños disponibles; nuevos inicios para nuevas narrativas de diseño.
Tal vista contrasta con comprensiones más antiguas del diseño, en las cuales los diseñadores eran receptores pasivos de rutinas expertas. Su formación dentro de la práctica profesional los ha conducido a aprender a reproducir formas de diseño recibidas, sancionadas y autoritarias. Esto pudo haber sido apropiado para un mundo que concedía importancia a la estabilidad y uniformidad.
Pero el mundo de hoy es un lugar de cambio y diversidad. Diseñar, en un sentido dinámico, transformable, puede ser propicio e incluso emancipador. Es un proceso de cambiar al mundo.
Con este espíritu, el Congreso del diseño, las revistas del diseño, la editorial del diseño y el blog de noticias de diseño se mueven entre una reflexión teórica sobre la naturaleza del diseño y los casos de estudio de la práctica del diseño, y desde las perspectivas basadas en la investigación a las basadas en la experiencia de los entendidos en diseño.